domingo, 14 de febrero de 2016

Belleza, Orden y Revolución.

Aquí de nuevo, otra vez tras un montón de tiempo sin hablar de nada. Como siga así, los pocos "fieles" que tiene este blog van a desaparecer, creyendo que ya no quiero compartir con nadie mis pensamientos...a los que persisten, mi agradecimiento; a los que están a punto de marcharse, les ruego que permanezcan, que sean pacientes, porque no me olvido de ninguno. ¡Aquí está la prueba!
 
Ya he comentado en otras ocasiones que no me gusta hablar de actualidad, sino de cosas que permanecen, al margen de modas o circunstancias. Una vez contravine mi regla, y hoy lo voy a hacer de nuevo en parte, aunque para reflexionar más allá de lo momentáneo.
 
Estamos viendo desde hace un tiempo que ciertas personas con determinada responsabilidad pública insisten en aparecer ante los medios con una estética muy distinta de la que hasta ahora era la "normal" en determinadas situaciones muy marcadas por unas normas protocolarias o de etiqueta. Lo hacen al desgaire, intentando aparentar naturalidad; como si no fuera una actitud intencionada.  Aparentan normalidad, pero claramente esa normalidad es impostada. Pretendo aquí reflexionar sobre esto, sobre porqué se conducen así estas personas y qué trascendencia tiene el aspecto externo, la apariencia, en las relaciones sociales e incluso en la evolución de la propia sociedad. 
 
Me pregunto si la belleza y el orden son conceptos relacionados. Y acudo a la Naturaleza. Prácticamente todas las manifestaciones del planeta que habitamos siguen una sistemática según la cual se desarrollan, y ésta suele guardar unas proporciones matemáticas, geométricas, proporcionales. Pensemos en los pétalos de las flores, las alas de los insectos, los cristales de nieve, la piel de los felinos, las escamas de los peces...todos los elementos guardan una relación armónica entre sí, de modo que si falta uno nos parecerá imperfecto, extraño. El hombre en sí, como cualquier otra parte de la Tierra, está compuesto por células que si se reproducen de forma ordenada dan lugar a la maravilla de la vida humana, mientras que si por cualquier causa se apartan de esa norma, dan lugar a la enfermedad y la muerte. Hasta las expresiones más terribles del planeta tienen un orden intrínseco: las ondas concéntricas de los terremotos, las gotas de agua de las inundaciones, las moléculas de oxígeno que se agotan en la combustión de la llama. Tenemos aquí pues la explicación de porqué lo "ordenado" nos parece bello: porque sigue la manera en la que todo lo que nos rodea se manifiesta. Porque no nos supone un esfuerzo comprenderlo: simplemente con mirarlo lo entendemos, lo aprehendemos. Lo asumimos como algo natural.
Si cualquier elemento de la Tierra se aparta de las reglas comunes a su especie aparece como algo extraño, raro, fuera de la norma, inexplicable, indeseable para sus congéneres, que si son seres vivos lo desprecian y lo condenan al ostracismo y a la muerte.
Por lo tanto, lo "distinto" implica sorpresa, desagrado, y en la mayoría de las ocasiones es detestado y apartado.
 
Sin embargo, esta diferencia ha sido utilizada muchas veces a lo largo de la Historia por el hombre como modo de protesta y de revulsión. En la antigüedad clásica Diógenes escandalizaba a sus conciudadanos con su austeridad extrema y su conducta antisocial para hacerles reflexionar sobre sus errores; los eremitas de la primera cristiandad abandonaban la norma de los claustros y se perdían en los montes junto a los animales para llevar una vida fuera de la civilización que les ahogaba el espíritu; las brujas de los aquelarres se desaliñaban y desgreñaban mientras las cortesanas se pintaban como cuadros y se prendían lazos y flores para atraer a sus clientes; los piratas  vestían con ropas exageradas y vivían como proscritos al margen de sus coetáneos;  los bandoleros de Sierra Morena se envolvían en mantas de lana y se ataban pañuelos a la cabeza. "Beau" Brummel y Lord Byron pusieron de moda una forma de vestir masculina que sus antepasados habrían tachado de irrespetuosa, como poco.
En tiempos más cercanos, Mary Quant acortó la falda femenina de un modo hoy totalmente habitual pero entonces escandaloso. Las chicas reivindicaban así su presencia, la importancia de su voz entre la opresora sociedad británica de los años 60. Más tarde, el fenómeno punk supuso también un modo de contestar la norma establecida, agresivo, incomodo y cercano a lo marginal. Estas manifestaciones se fueron luego domesticando, hasta el punto de que la moda las ha asumido, incorporando muchas de sus imágenes (calaveras, cadenas...) y dándoles un cariz de normalidad.
¿Y qué podemos decir del Arte? Es la manifestación humana en la que más claramente vemos que la diferencia ha sido utilizada como forma de cambio de lo establecido. Los motivos que hoy nos parecen más amables o cordiales fueron en su tiempo revolucionarios: cada nuevo movimiento respondía al anterior, renegaba de él y lo subvertía. No digamos ya el arte contemporáneo, cuya principal razón de ser es la de remover las conciencias. Para ello precisamente lo que utiliza es la sorpresa, el desorden, la repulsión, la náusea.
 
Por tanto, hemos de admitir que ninguna apariencia externa es inocente; todos nos expresamos de alguna manera en la forma en la que aparecemos ante los demás. Y como vemos, muchas veces nos sirve para cambiar aspectos del mundo que no nos gustan, para hacer que las normas sociales avancen y mejoren.
 
¿Por qué entonces estos nuevos personajes públicos nos intentan "vender la moto" de que ellos simplemente se visten como la gente "normal", la clase más popular de nuestra sociedad? Quieren hacer ver que así se acercan a las personas menos favorecidas, que les dan visibilidad en círculos a los que nunca antes se habían asomado. Pero ¿quién se cree que una de esas personas a los que ellos dicen representar acudiría a un evento de importancia vestido como va por su casa o a trabajar? Me rodeo a diario de personas "normales", y cualquiera de ellas escoge su aspecto con mucho cuidado si tiene que asistir a un acontecimiento especial. Es más; al final hemos podido ver cómo en una situación en la que se exige etiqueta, uno de estos paladines de lo popular ha aceptado la norma y se ha calzado el smoking como todo hijo de vecino.
 
¿Cuál es, pues, la verdadera intención de esa falta de "formalidad" en el modo de vestir? La de llamar la atención hacia las personas que la encarnan; recabar los elogios de aquellos que se suponen representados por ellos y separarse de aquellos a los que intentan escandalizar. Es algo totalmente premeditado y con un objetivo claro. No es casual, no es que sean "así de naturales". No hay nada de naturalidad en esta actitud.
Pero, lamentablemente, tampoco hay nada nuevo, creativo, que aporte algo positivo a nuestra civilización. No va a cambiar formas sustanciales de comportamiento. No va a traer mejoras sociales. No creo en absoluto que vaya a hacer Historia.
Me parece mucho más revolucionaria la minifalda que las mangas remangadas de Pablo Iglesias...
 
 

1 comentario:

  1. ¡Qué delicioso alarde de cultura! Parecía estar viendo y escuchando las escenas del terremoto, la inundación, el fuego... luego ha venido el viaje por la Historia...
    Es muy interesante todo el recorrido que has hecho para ponerle argumentos a tu tesis. Y no puedo estar más de acuerdo con todo.

    Genial cierre: "Me parece mucho más revolucionaria la minifalda que las mangas remangadas de Pablo Iglesias...", aunque si me permites darte mi opinión, yo le habría puesto un punto final bien contundente en lugar de los suspensivos.

    ¡Tú eres nuestra chica revolucionaria!

    P.

    ResponderEliminar

Entrada destacada

QUÉ QUIEREN LAS MUJERES  Como me he propuesto activar este blog, lo que es para mí una nueva ilusión en estos tiempos en que pretendo volcar...