¿Tristeza del bien ajeno o pudor del propio?
Hace unos
meses que, afortunadamente, en mi familia todo son buenas noticias. Y yo, que
soy una persona por naturaleza expansiva y comunicativa, me lanzo a contárselas
a mi círculo más íntimo, suponiendo que se van a alegrar conmigo. Así es en la
mayoría de los casos, pero sin embargo he observado reacciones que me mueven a
reflexionar ahora sobre cómo nos enfrentamos a las cosas o acontecimientos positivos
que suceden a nuestro alrededor.
Siempre se ha
dicho que España es el país de la envidia; ese es, o parece ser, nuestro
pecado capital. No sé si es cierto, pero la verdad es que la he visto crecer en
numerosas ocasiones y he sido testigo del mal que puede causar. La RAE define
este defecto como “tristeza del bien ajeno”, y me parece una definición absolutamente
precisa. Lo que produce en los envidiosos ver que los demás tienen lo que a
ellos les falta es tristeza. No coraje, ni siquiera desesperación, sino una
tristeza amarga que reconcome y no deja ser feliz. Muchas veces el envidioso no
tendría por qué serlo; hay personas que tienen todas las condiciones para ser
felices, tanto económicas como emocionales, pero no lo son porque desean
justamente lo que ven en los demás (en los que a lo mejor viven más contentos
precisamente porque no andan fijándose en quienes los rodean). Verdaderamente,
es una pena que este sentimiento se adueñe del alma y la convierta en una
ponzoña que guía los actos del contaminado, envenenando todo lo que toca.
Pero hay una
actitud de la que se habla mucho menos, y es tan perjudicial como esta. Y es,
en una definición paralela a la anterior, el pudor del bien propio. Algo
parecido a la falsa modestia, pero más desasosegante para el que lo experimenta.
Cuando alguien
peca de falsa modestia, lo hace precisamente para señalar sus virtudes, sus
posesiones, lo que tiene de valioso, destacando este carácter por contraste con
lo que refiere de ello. El falso modesto quiere que todos sepan lo maravilloso
que es algo que le es propio, pero para no resultar vanidoso recurre a su
contrario. Por eso es falsa su modestia, claro, porque le encantaría presumir
de todo, pero le da apuro. (El auténtico modesto es el que no considera
importante nada de lo que tiene, y así no le parece digno de comentario o de
admiración). En cambio, el que tiene pudor de su propio bien sabe que este es
real, que existe, pero es incapaz de compartirlo, por pensar que va a caer
precisamente en la vanidad, en la presunción. Debido seguramente a la educación
recibida, estas personas prefieren guardarse sus sentimientos a expresarlos;
craso error, ya que tanto la alegría como la tristeza, si se comparten con la
persona adecuada, se viven de un modo más satisfactorio; la primera se atenúa
porque el interlocutor nos ayuda a llevar la carga, y la segunda aumenta al
sumarse a ella quien nos escucha. Pero este sentimiento de pudor es algo que se
vive muy interiormente, y que posiblemente no pueda evitarse una vez que ha
arraigado en la forma de ser de un individuo. Lástima, porque le va a producir
un sentimiento parecido (en absoluto el mismo) al del envidioso. No tristeza,
sino impotencia. Las personas que actúan así se sienten molestas al escuchar a
otras que no tienen inconveniente en demostrar su alegría por lo bueno que les
sucede; pero no porque lo deseen, sino porque a su vez seguramente tienen un
montón de cosas agradables que poder decir de sí mismas, pero no son capaces. No
quieren parecer vanidosos, porque eso les parece un gravísimo defecto, o
cargantes. Prefieren callar. Es una pena; no comprenden que se puede ser
sincero en la alegría, o en la tristeza, sin imposturas ni afán de molestar a
los demás, sino todo lo contrario: con el deseo de compartir las cosas
importantes de la vida con alguien a quien queremos y deseamos hacer partícipe
de la nuestra.
Por mi parte,
me encanta que los demás se sinceren conmigo. Si tienen alegrías, disfruto con
ellas; si tienen penas, intento consolarlos. ¿Siento envidia alguna vez? No sé,
realmente no me considero una persona envidiosa…supongo que en alguna ocasión
habré deseado tener algo que otro posee, pero realmente no me ha causado esa
tristeza destructiva…tampoco me alegra el mal ajeno. Hay que odiar mucho para
que esto suceda. Y el odio es más destructivo aún. Si se me ha pasado por la
cabeza este sentimiento, he procurado desterrarlo.
Ya he dicho
que soy expansiva y comunicativa. Voy a seguir siéndolo. Y Creo que disfruto
mucho más de la vida así. Me apena que haya personas que no lo comprendan, o
que puedan sentirse molestas u ofendidas con esta actitud. Pero, sinceramente,
prefiero guardarme el pudor para otros ámbitos…
Uuuuu... Vaya tema... Siempre me han dado miedo las personas envidiosas... Y la verdad, siempre he procurado no despertar ese sentimiento pero muchas de las veces sucede sin que se pueda evitar.
ResponderEliminarPodría decir que la mayoría de las ocasiones sé con que personas puedo compartir esa felicidad y con que personas no... No me complico la vida, bastante enrevesada es ya.
Un beso prima :)
Yo envidio tu carita de niña feliz y tu risa alegre y cantarina :)
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