Cuéntame...si eran así.

Veo poquísima televisión. Las series de las cadenas comerciales me suelen parecer zafias y sin contenido. Los programas de actualidad, un griterío insoportable. Los documentales, repetitivos y aburridos. Al final queda poco: alguna película que pillo por casualidad en esas cadenas minoritarias que casi nadie sintoniza o alguna serie de las cadenas públicas, hechas con un poco más de rigor y de cuidado. En estas últimas, además, existe la ventaja de que no molestan los anuncios...(Aún así, por mi obsesión de estar al día, procuro enterarme de todo lo que se puede ver; de lo que está en el candelero y la gente comenta en el trabajo; y a veces lo pesco de refilón para darme una idea y no parecer extraterrestre cuando surja la conversación.)
 
Sin embargo, soy fiel a algunas series, lo que no significa necesariamente que sean buenas; simplemente, me da pereza dejar de verlas. Un ejemplo es "Cuéntame".
Cuando comenzó me hacía mucha ilusión ver mi vida reflejada en la pantalla. Objetos, moda, costumbres, todo me recordaba mi infancia. Hasta el tipo de familia: tres hijos de los cuales el protagonista es el pequeño, que además se lleva muchos años con los otros dos, como es mi caso. La cosa es que me enganché  y nunca he dejado de verla. Pero tengo que reconocer que cada temporada que pasa me gusta menos. Me parece menos real, más exagerada; los temas, cogidos por los pelos, forzados. Y los personajes, llevados al límite. Creo que esto es lo que más me rechina.
 
En un principio, el padre trabajaba como un negro para sacar a su familia adelante, y la madre también lo hacía, primero en casa y luego como empresaria, con iniciativa y decisión, marcando el cambio de los tiempos. Ahora, después de montones de vicisitudes, de altos y bajos y de sucesivas ruinas y éxitos, se han convertido en unos sujetos sin verdad que no cuadrarían en la época que representan. Porque en vez de evolucionar con los tiempos han involucionado y aparecen como figuras de cartón piedra.
 
La madre es la eterna ausente. Lo único que hace esta mujer en la historia es sufrir. Se nos dijo que había estudiado una carrera, fue dueña de varias empresas...pero ahora, ¿en qué ocupa su tiempo? Se pasa el día angustiada; cuando no por el marido, por los hijos. En vez de hacerles realmente caso y ocuparse de ellos, de sus problemas e intereses, está continuamente suspirando y yendo de acá para allá como un alma en pena que no encuentra sosiego en nada ni en nadie. No es feliz, y parece que le preocupa que lo sean los que la rodean, pero está como paralizada detrás de un muro invisible que le impide interactuar con el resto de miembros de la familia.
El padre no tiene desperdicio como sujeto a analizar. Inestable, ambicioso, rígido, egoísta, prepotente. Piensa que la familia debe girar a su alrededor, y por supuesto, darle la razón y comportarse según sus gustos. Si no es así, monta en cólera y se muestra herido y ofendido.
 
Toda esta reflexión viene a cuento de un comentario que surgió hace poco en mi trabajo, precisamente hablando sobre series de televisión. Yo decía que me molesta muchísimo que en las de temática adolescente los protagonistas, los "héroes", sean los peores: los más bandarras, los que menos estudian, los que están al borde del precipicio. A los chavales les dan un ejemplo pésimo: sé malo, así triunfarás. Y cuando al siguiente jueves vi de nuevo un capítulo de Cuéntame, comprendí que también esta historia nos da un ejemplo horroroso. Queriendo reflejar una época nos da un modelo de educación nefasto, seguramente peor que el que en realidad existía entonces.
 
Me baso para explicar esto en el personaje de la hija pequeña, que llegó sin querer y a la que nadie parece hacer ningún caso. Esta cría ha crecido sola y a su aire, sin que los hermanos la apoyen y le cuenten sus experiencias, y sin que los padres sepan más sobre su vida que lo poco que puede decir en la mesa, donde continuamente le mandan callar a gritos, desprecian su opinión y ponen los ojos en blanco echándose las manos a la cabeza ("Ay Señor, Señor") al ver que es una persona con criterio propio. Me ofende muchísimo ver a ese padre, que se relaciona chillando con sus hijos y que nunca les pregunta por sus cosas, por sus intereses. No se sienta a escuchar lo que puedan querer decirle. El contacto más cercano que tiene con ellos se limita a la bofetada o el zarandeo. A la pobre niña nadie le echa una mano con los deberes, nadie le toma la lección ni le pregunta si está de exámenes o le prepara la merienda. Va por libre. ¡Cuántos abrazos faltan en esta serie, cuántos besos de madre necesitaría esta niña en plena pubertad! No hemos visto una conversación "de chicas" entre madre e hija comentando las faenas que le hacen las amigas o lo guapo que es tal o cual chico; la hija no le pide prestado a la  madre alguna prenda... a la pobre le han puesto gafas (por cierto, no deberían ser de pasta, sino metálicas) y nadie parece entender en qué mal momento ha sucedido...¿de verdad eran así nuestros padres, ese era el modelo educativo y de relación que existía en los años 80?
 
Desde luego, no nos educaron como nosotros hemos educado a nuestros hijos (me refiero a los padres de mi generación). No estaban tan pendientes de cada aspecto de nuestras vidas, de cada sentimiento. No nos facilitaban tanto las cosas como hacemos ahora, nos dejaban más sueltos, nos teníamos que valer por nosotros mismos, buscarnos las vueltas. Eramos más independientes y más autosuficientes.
Pero yo he tenido dos hermanos que me han ayudado muchísimo con los estudios, con los que he compartido aficiones y charlas, con los que he bromeado y discutido, que se han preocupado por mis cosas y han estado pendientes de mis amistades. Y he tenido unos padres que siempre me han demostrado que me querían por encima de todo. Que no me han chillado ni me han pegado (nunca jamás), aunque no me dieran demasiada "vela en el entierro".  En los que siempre ha triunfado el respeto y el amor.
El modelo era distinto al nuestro, pero eso no quiere decir que cada miembro de la familia fuera a su bola sin preocuparse de los demás, ni que los padres solo estuvieran ahí para regañar, castigar o recriminar. Los jóvenes de los ochenta no teníamos confianza con nuestros padres como tienen ahora nuestros hijos con nosotros, pero nos sabíamos queridos. La familia era un lugar en el que se encontraba apoyo. En el que todos se preocupaban por los problemas de los demás.
 
No me cuentes cómo lo imaginas. Yo te cuento cómo fue.

Comentarios

  1. Querida amiga, a propósito de este acertado comentario te diré que confieso no haber visto nunca un capítulo de la serie pero, como tú bien dices, procuro estar al día de lo que se emite aunque sólo sea por tener tema de conversación. Lo que sí sé de forma veraz es que los primeros años de la serie fueron escritos y documentados por un excelente equipo de documentalistas de RTVE, gente de carrera, verdaderos profesionales. Y lo sé porque tuve la suerte de tener a dos de ellos como profesores de un curso de Documentación en medios de comunicación.
    Realizaban estudios realmente profundos sobre la época, con criterio de historiador e investigador, después, el Ente decidió prescindir de gente tan concienzuda porque lo que interesaba era la audiencia y sus índices, y no la rectitud, la verosimilitud y el reflejo fidedigno de una época. La gente no es tonta, saben que Cuéntame ya no es lo que era, pero optaron por el culebrón.

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