La Codicia
“Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que
llaman hoy “como objeto de satisfacción”, y casi ninguna admite cuán fastidioso
resulta, por no decir cuán vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser
vista nunca así, o no serlo por quienes determinamos que tienen esa
obligación.”
Esta frase de la novela “Berta Isla”, de Javier Marías, se
basta por sí sola para describir algo que llevo muchos meses queriendo
expresar, y no me atrevo porque es tan complejo, tan poliédrico y tan delicado…
y tan subjetivo, que no sé muy bien cómo abordarlo. La verdad es que después de
leerla, todo lo que yo pueda aportar será secundario. Ante una sentencia tan
esclarecedora y definitiva, lo que yo pueda poner negro sobre blanco no tendrá
ninguna importancia. Pero en realidad yo escribo para expresarme; si lo hiciera
sólo para conseguir lectores, estaba apañada. Y esa necesidad es la que me
mueve a plasmar mis ideas en este humilde blog, que a modo de estrado me sirve
para alzar la voz y difundir mis opiniones, evidentemente personales y
subjetivas, y en modo alguno
pretendiendo “sentar cátedra” ni pontificar.
Cuando era muy joven, y por edad me tocaba ir a la vanguardia
en casi todo, creía que esa rabiosa modernidad me vacunaba para siempre de la
sorpresa de lo nuevo por venir. Me veía a mí misma tan audaz, tan avanzada, que
daba por sentado que cualquier conducta, cualquier tendencia, ética y estética,
que trajeran los tiempos (“los tiempos”, cuando se es tan joven, siempre están
muy lejos; esa expresión implica “dentro de mucho tiempo”), encajaría sin
problema en mi sistema ideológico, moral, y sería por tanto capaz de hacer
propios los modos futuros.
Craso error, que “los tiempos” han puesto al descubierto.
Ahora me topo con una realidad que no comparto y apenas comprendo. Supongo que
no hay vuelta atrás; que por mucho que otras personas piensen igual que yo, los
modos ya nos son ajenos, aunque los tengamos que aceptar y asumir para
sentirnos parte del mundo en que vivimos y no quedarnos anclados en el pasado regodeándonos
con los buenos recuerdos y rumiando nuestro desacuerdo con la deriva de la
actualidad. Acepto, por tanto, lo que viene, pero me reservo el derecho a
protestar y como digo, a no compartir. Actitud nada moderna, como se puede ver,
y que contradice todo lo que en “aquellos tiempos” creí que ocurriría cuando
llegaran estos. (Ultimamente me estoy
contemplando a mí misma en situaciones que siempre afirmé que no
protagonizaría; ya no me atrevo a decir “no haré esto” o “no pensare aquello”,
aunque a veces la prudencia me falta y sigo afirmando verdades que a la postre
se vuelven del revés).
1.
Siempre
me he considerado feminista, al menos siempre “en aquel entonces”; hoy, y a la
vista de los acontecimientos, comienzo a dudar de la “pureza” de mis ideas… Soy
absolutamente partidaria de la igualdad de derechos, de oportunidades, de que
hombres y mujeres compartamos tareas, trabajo, obligaciones… (ya expuse todo
esto en la entrada “Un café en el ascensor”). De hecho, mi más frecuente motivo
de enfado es la impresión (posiblemente sólo es mi impresión) que tengo de
llevar a diario sobre mis hombros “femeninos” toda la carga de la rutina
doméstica de todos los que me rodean. Soy muy reivindicativa en este tema.
2.
Por
supuesto, siempre me ha parecido que un hombre que “levanta la mano” a una
mujer es abominable; sólo pensar que algo así era una costumbre aceptada, e
incluso bien vista en algún caso, hace no tantos años -pensemos incluso en
nuestros propios abuelos; pero también las abuelas utilizaban la zapatilla con
nuestros padres, vaya universos domésticos violentos- me pone la carne de
gallina. Ya no digamos la violencia verbal, que tanto asusta a cualquiera y más
a los niños; los insultos, las palabras sucias, agresivas y vejatorias; el
desprecio, la humillación…que sume a los seres indefensos en el terror y el
desamparo. Todo ello es lo más oscuro y denigrante que puede suceder en el
secreto de un hogar. O a la vista de todo el mundo, si lo hace el marido con su
mujer y sus hijos delante de otras personas, familiares o no, despreciándolos y
destrozando su autoestima (pero también he visto a mujeres hacer lo mismo con
sus maridos delante de sus amigas o sus madres…) La violencia entre personas
que supuestamente se quieren y comparten su vida es algo que da asco y pena. Y
mucho miedo.
3.
En
la época de la transición era muy frecuente escuchar historias sobre violadores
y violaciones. ¡Hasta Ana Belén tenía una canción sobre el tema…! Parecía que
este tipo de delincuencia era más frecuente que años atrás. A mí, que estaba
despertando al mundo, me aterraba la idea, y siempre, cuando se me hacía de noche
al volver a casa, iba por medio de la calzada si la calle era estrecha y
solitaria, porque me parecía que así tenía más escapatoria ante cualquier
ataque; y en las calles concurridas caminaba pegada a la espalda de alguna
persona con aspecto respetable, para
poder echar mano de alguien que me ayudara en caso de necesidad. Mi miedo a que
pudiera ocurrirme algo así era visceral y tremendo, como el de una indefensa
Caperucita que se siente amenazada por la posible presencia del lobo.
4.
En
mi colegio hubo durante algunos meses un profesor suplente que a todas las
chicas nos gustaba. Algunas decían que era un “sobón” y que se aprovechaba de
las circunstancias. Yo me sentía muy halagada cuando me dedicaba más atención…
pensaba que lo hacía por mis cualidades intelectuales… y eso me hacía sentir
importante. Hasta que un día me pareció
que el “abrazo” que yo consideraba fruto de una “moderna” camaradería tenía más
de rijoso que de amistoso… quizá estuviera influida por los comentarios de mis
compañeras. Pero si me acuerdo todavía es porque me impresionó (me asqueó) lo
suficiente como para a partir de entonces poner mucha más distancia… no volvió
a suceder ni oí comentarios que fueran “más allá”. Afortunadamente, nunca hubo
ningún caso de abusos en el colegio.
5.
En
la piscina donde los últimos meses he estado haciendo ejercicio hay muchos
hombres mayores (casi ancianos, diría yo) que chapotean con sus bañadores
playeros, nada adecuados para el ejercicio,
y se dedican únicamente a “monear” y “hacer que hacen”, mientras se
fijan descaradamente en las señoras (mayoría) que intentan esforzarse para
realizar los movimientos indicados por la monitora; señoras también ya de edad,
con ningún interés en pegar la hebra, por no decir otra cosa, con ese tipo de
babosos. Una tarde escuché a uno que le decía a otro según salían del agua algo
así como: “anda, que será por mujeres…todas las que hay aquí!” Me sentí tan
ofendida que he procurado no estar nunca cerca de ese tipo.
Hago estas reflexiones tan personales para “justificarme” de
algún modo, y presentarme como una mujer con “principios”, antes de exponer mi
opinión sobre los últimos movimientos feministas, tales como el “Me too” y las tendencias e ideas de moda entre las
chicas más jóvenes de nuestro mundo occidental.
A esto es a lo que me refería más arriba cuando hablaba de aquello que
hoy por hoy no comparto ni comprendo.
No comprendo que se promueva una “caza del hombre” como en su
día se llevó a cabo una “caza de brujas” en el mundo de Hollywood; no admito
que simplemente porque una mujer acuse a uno (movida quizá por ánimo de venganza) se le condene en el acto en los
medios de comunicación, lo que significa condenarlo a nivel global, demonizarlo universalmente, sin tener
en cuenta la presunción de inocencia ni darle la posibilidad de defenderse; no
comprendo que se compare la actitud insinuante de un hombre que quiere ligar
con una mujer, con la violencia, el
abuso impune o la rijosidad zafia; no puedo entender que una mujer se sienta
agredida porque en algún momento un hombre la mire con “codicia”, como dice
Marías en su novela, si esa mirada se hace de un modo no ofensivo, invasivo ni
denigrante. Tampoco comprendo a aquellas otras mujeres que se pintan como una
puerta y se ponen escotazos para luego decir que de ningún modo consentirán que
las miren de ese modo. ¿Cuál es la razón entonces de comportarse así? ¡Y que
conste que no estoy justificando ninguna actitud violenta con esta frase!, ya
lo he dicho bien claro. Simplemente, me parece una actitud hipócrita la de
exhibirse pero prohibir que se las mire, como si en un escaparate un orfebre
mostrara su obra, joyas maravillosas, y se ofendiera si alguien las contempla
con admiración. (Por el contrario, y siguiendo a Marías de nuevo, a ciertas
edades -y supongo que eso no podrán comprenderlo muchas chicas jóvenes de hoy
en día, seguidoras de las “lideresas” de la nueva mujer-, sentirse mirada así es todo un baño de
autoestima…! )
Tampoco comparto la actitud de la “nueva mujer liberada” que
parece no preocuparse de su aspecto, que defiende un cuerpo “natural” y sin
aderezos y que desprecia aquello cuyo fin sea “ayudar a gustar”, estar más
atractiva. No lo comparto porque a mí como mujer sí me gusta sentirme
atractiva, me hace estar segura de mí misma y pisar más fuerte por el mundo
(aunque a veces vaya hecha un desastre, que una cosa no quita la otra). A mí me
ha encantado y me encanta “vestirme” para mi pareja, ponerme lo que sé que le
gusta más, como parte importante del juego erótico que tiene que darse en toda
relación amorosa. Una cita a la que se acude especialmente vestida es una cita especial.
No comparto que se entienda el coqueteo como un ataque o una
invasión. ¿Qué hay más divertido y más estimulante que ese tira y afloja entre un hombre y una
mujer, insinuándose y poniendo freno a la vez?
Estoy de parte de Catherine Deneuve y las otras mujeres
francesas que han escrito el controvertido manifiesto. Estoy de parte de Simone
de Beauvoir, reconocida feminista a la cual ahora las activistas
estadounidenses tachan de todo lo contrario, simplemente por defender el juego
amoroso, o erótico, en el cual el hombre
y la mujer se buscan y se alejan, se ofrecen y se rechazan, para al
final, si ambos lo desean, acabar encontrándose.
Y ¿qué pasa con nuestros jóvenes, perdidos y angustiados
porque piensan que en cualquier momento su actitud puede considerarse equívoca, puede atemorizar a alguna chica que llevada por un extremo de corrección feminista los considere acosadores?
En este sentido, destaco algunas frases leídas en el
manifiesto francés:
“Del otro lado, se convoca a los hombres a encontrar, en lo
más profundo de su conciencia retrospectiva, un "comportamiento fuera de
lugar" que podrían haber tenido hace diez, veinte o treinta años, y del
cual deberían arrepentirse. (…) Al borde del ridículo, un proyecto de ley en Suecia quiere imponer un
consentimiento explícitamente notificado a cualquier candidato para tener
relaciones sexuales…”
En la época del empoderamiento femenino, ¿por qué renunciar a uno de nuestros poderes, el poder de gustar a los hombres -y en general a todo el mundo-?
En la época del empoderamiento femenino, ¿por qué renunciar a uno de nuestros poderes, el poder de gustar a los hombres -y en general a todo el mundo-?
En fin; no me voy a extender más, que ya lo he hecho
bastante. Supongo que algunos de mis lectores más jóvenes tendrán muchos
reparos que hacerme; pero después de llevar meses pensando en escribir esta
parrafada, me siento mucho más liberada como persona y como mujer. Esto es lo
que yo creo. Si el mundo que viene convierte las relaciones amorosas en una simple
transacción, aséptica, tasada, firmada y convenida a través del móvil, no tendré
más remedio que aceptarlo como una realidad. Por suerte, yo ya tengo al lado
alguien con quien puedo jugar a ser quien quiera.
P.D. Añado unas últimas líneas a esta entrada el día 8 de mayo, después de que el filósofo Slavoj Zizek, en un discurso pronunciado el día anterior en el Círculo de Bellas Artes, con motivo de la entrega de su Medalla de Oro, dijera esto: (Me halaga y reconforta ver que hay personas de altísima talla intelectual que opinan exactamente lo mismo que yo...)
"Cuando las mujeres se visten provocativas, se objetualizan para atraer al hombre, están jugando activamente. Y esto es lo que molesta a nuestro chovinismo masculino que se indigna contra una chica que provoca y luego no quiere acostarse con nosotros. Rechazo la crítica a la objetualización que hace el feminismo; estoy a favor, es uno de los mayores logros de la liberación sexual. Las mujeres tienen derecho a objetualizarse; deberían tener el control del juego de la seducción”.
Pues eso, juguemos!!
P.D. Añado unas últimas líneas a esta entrada el día 8 de mayo, después de que el filósofo Slavoj Zizek, en un discurso pronunciado el día anterior en el Círculo de Bellas Artes, con motivo de la entrega de su Medalla de Oro, dijera esto: (Me halaga y reconforta ver que hay personas de altísima talla intelectual que opinan exactamente lo mismo que yo...)
"Cuando las mujeres se visten provocativas, se objetualizan para atraer al hombre, están jugando activamente. Y esto es lo que molesta a nuestro chovinismo masculino que se indigna contra una chica que provoca y luego no quiere acostarse con nosotros. Rechazo la crítica a la objetualización que hace el feminismo; estoy a favor, es uno de los mayores logros de la liberación sexual. Las mujeres tienen derecho a objetualizarse; deberían tener el control del juego de la seducción”.
Pues eso, juguemos!!
Larga entrada que merece la pena. Por desgracia, si la gente de mi edad (en especial las chicas) que tiene estos pensamientos radicales, leyera este acertado texto, no les ayudaría a entrar en razón. Con un poco de suerte las cosas se calmarán un poco antes de que se establezca un toque de queda para todos los hombres.
ResponderEliminarLeo tu comentario días después del 8 de marzo, puedo imaginar que tendrías muchas más cosas que decir, ya no sólo del movimiento @MeeToo, sino de todo el aquelarre posterior (siento si esta palabreja ofende a alguien).
ResponderEliminarFueron muchas las "hazañas" que me llegaron muy dentro: una, la estatua del Dr. Fleming ataviada con mandil y fregona en Madrid; puede que a ciertas personas les hubiera gustado más que Fleming se dedicara a "sus labores". Otra, por ejemplo, las pintadas en la fachada de una iglesia de la calle Serrano: "Nos metemos vuestros rosarios por el c...".
Mi pequeño homenaje a la mujer en la ciencia y la cultura que cada marzo montamos en la Biblioteca del Ramiro no tiene muchas visitas. Hay libros escritos por grandes mujeres, artículos periodísticos, recortes con fechas históricas, hazañas como las Misiones Pedagógicas (aquellas mujeres de la República que recorrían los pueblos enseñando a las niñas donde no había escuela o ésta era para los niños), etc.
Nada de ésto importa, para qué, se sale a la calle y se monta el aquelarre.
Todo el principio de tu artículo, justificando tu forma de pensar, no es necesario. La verdad, independientemente de las corrientes actuales, creo que está más de tu parte.
Este tema es inagotable y poliédrico. Daría para muchísimo más. Estoy muy desconectada de las noticias y no me había enterado de todas esas "hazañas" que relatas; me producen tristeza y repulsión. No me gusta esa corriente tan de moda de ir "contra" los demás para reivindicar derechos. A ver si ahora las mujeres vamos a pasar de estar en segundo plano a arrasar con lo que tenemos alrededor...
ResponderEliminarMe hubiera encantado ir a tu homenaje bibliográfico del Ramiro. El año que viene, si por bien es, no me lo pierdo! Ojalá muchas de esas feministas de las pintadas hubieran leído alguno de los libros que mostrabais en la Biblioteca...
Pero ánimo, Pilar, tu labor es muy importante!!!
Ana, fabulosa exposición.
ResponderEliminarTe leo, te sigo leyendo, no con la asiduidad que me gustaría, pero cuando lo hago, me pongo al día del tirón.
Más claro no lo has podido decir y ojalá muchos jóvenes lean lo que has escrito.