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Mostrando entradas de 2015

MASTER MIX o TERMO CHEF y las tradiciones familiares.

Estos días de Navidad en casi todos los programas de radio dan recetas para que las sufridas (o sufridos) anfitriones queden divinamente con sus invitados. Algunas son imposibles y otras en cambio aportan datos que siempre vienen bien: la temperatura correcta del horno, cuántas vueltas se le debe dar a un ave rellena para que se dore bien… me gusta escucharlas, porque me dan ideas para mejorar lo que vengo haciendo desde hace ya muchos años. El fin de semana pasado, justo cuando comenzaba mis vacaciones, escuché uno de estos programas en los que daban varios de estos consejos. Pero lo que más me llamó la atención, aparte de la receta, fue que el cocinero puso de manifiesto algo que he pensado muchas veces y que parece ser cierto: casi nadie cocina ya. Lo dijo a propósito de una cena a la que fue invitado, en la que el amigo que recibía en casa ni sabía siquiera cómo se encendía el horno; lo utilizaba sólo para guardar sartenes (esta es una función muy común de ese electrodomé...

Usar y Tirar

¡Ya noviembre, y sin haber escrito nada desde hace un montón de tiempo...! Los pocos lectores que tengo pensarán que me he aburrido de mi blog y lo he arrumbado a un lado como a un trasto viejo y sin interés, abandonando a mis "fieles seguidoras" porque ya no tengo nada que contarles. Pues no, tengo mucho de que hablar; lo que me falta es un ratito de tranquilidad y una buena infusión  al lado que me inspire y me relaje para que las palabras salgan como yo quiero y pueda expresar todo lo que continuamente me va rondando por la cabeza. Porque estos artículos son el resultado de muchas horas de pensamiento, de interioridad, de reflexión y de exploración del mundo y de mi propia visión de las cosas: parcial, parcialísima. Pero que me gusta compartir con todo el que quiera leerlos. Hay varios asuntos que me tienen dándole al magín todo este tiempo que no he aparecido por el "aire" cibernético. Pero vayamos por partes, como decía Jack el Destripad...

Ciclogénesis sensacionalista.

Estamos a las puertas del otoño. Como todos los años, dentro de unos días nos sorprenderá de pronto una tarde en la que el sol se habrá ido mucho antes de lo previsto, dejándonos en esa conocida semioscuridad nostálgica y de algún modo acogedora que anuncia el inminente encendido de las calefacciones. Las estaciones se suceden, en esta zona nuestra templada del globo: tenemos esa suerte. Y más en este clima mediterráneo, en que cada equinoccio y cada solsticio son tan distintos: lluvia, sol, frío, viento; el año meteorológico es cualquier cosa menos monótono. Lleva siendo así unos cuantos cientos, incluso miles de años. No me remonto a cientos de miles o millones, porque ya estaríamos hablando de glaciaciones, y la Prehistoria siempre se me dio fatal. No voy a repetir en esta ocasión lo que ya comenté en la entrada "Quedarse o partir". Hoy me quiero centrar en los meteorólogos y la forma de comentar el tiempo y el clima que han adoptado, sobre todo, las cadenas de televisi...

A vueltas con la nostalgia: pasado, futuro...

Desde que comencé a crear este "Aire de Vida" (hace ya años, qué barbaridad!) tenía una idea muy clara: no quería comentar noticias de actualidad, lo que pasa por el mundo, lo que sale en las tertulias, en los periódicos...este blog debía ser un lugar aparte, un lugar para reflexionar sobre la vida, distraerse y relajarse. Y sin embargo, hoy voy a romper mi norma. Pero no del todo...seguiré mirándome al ombligo, como de costumbre...al rebufo de una noticia muy "notoria". Cierran el Café Comercial, en Madrid. Todo el mundo ha hecho comentarios, cada día un columnista aboga en su espacio porque la nueva Alcaldesa haga algo para impedirlo. Yo sólo puedo hablar de mi experiencia. Y sorprenderme, y sentirme orgullosa, de haber compartido ese espacio con gente tan señalada de la literatura, el teatro, el cine...aunque no haya sido en el mismo tiempo. Allá por la prehistoria, (por mi prehistoria), formé parte de una revista literaria que no duró más de tres número...

Emoción, nostalgia y goteras

Los niños pequeños amasan las notas con sus manitas como si fueran trozos de miga sin cocer. Las trabajan, las moldean, y surgen del piano como panecillos tiernos y blancos. Los chicos mayores, con las espaldas erguidas, hacen volar sus manos sobre el teclado y convierten la música en un suave pañuelo que nos envuelve y nos acaricia. La carita de expectación de los pequeños es contenida y resguardada por el aplomo de los mayores que los acompañan.   El alma brota del instrumento mientras en el aire se mezclan los sonidos haciéndonos soñar. Y yo me emociono, una vez tras otra, una vez tras otra. ¿Por qué cuando nos vamos haciendo mayores nos asalta la emoción y la lágrima tan fácilmente? De pequeña me sorprendía que a mi padre se le quebrara la voz recordando sucesos pasados, historias de la familia o sentimientos propios. Casi me daba un poco de vergüenza ajena. Luego, en las innumerables funciones escolares, fui yo la que necesitaba del pañuelo para esconder mi sentimiento de...

Defensa del papel

Ahora mismo, mientras escribo esto (en el ordenador) estoy rodeada de "cachivaches" electrónicos. Mi propio PC, otro PC, un pincho USB en el que guardo cosas importantes, mi MP3, el altavoz del MP3, la tele, (cómo no), dos mandos a distancia, la impresora, el móvil y un equipo de música un tanto desfasado. Hace tan sólo quince años esto hubiera sido impensable. Incluso hace diez. Pero estos aparatos se han ido introduciendo en nuestras vidas (no digo ya en nuestras casas) y lo vemos como algo que ya forma parte de ellas. No nos resulta extraño; es más, si nos faltara alguno de estos cacharros no sabríamos qué hacer sin ellos. Por eso muchas veces pienso: si mi vida es larga, lo que me quedará por ver. Si hace unos años los aparatos electrónicos eran grandes y simples y ahora son cada vez más pequeños y sofisticados, ¿qué manejarán mis nietos, si es que algún día los tengo? ¿Cómo escucharán música? Quizá lleven un implante dentro del propio oído. O no, a lo mejor volvemos...

Aurea Mediocritas

Pues no, no he abandonado mi blog. Aquí estoy de nuevo, con un tema que lleva un tiempo rondándome la cabeza. Pero es que he estado muy ocupada "produciendo música"...algunas de mis seguidoras habituales seguro que sabrán porqué. ;)   Hace poco tuve noticias de una persona a la que conocí hace tiempo y de la que no había vuelto a saber. Pertenece, más o menos, al mundo de la farándula. Y por lo que me dijeron, su vida no está siendo ni ha sido fácil, a pesar de que sigue adelante con fuerza. En ese momento pensé: hay que ver, creemos que la mayoría de la gente tiene una vida normal, como la nuestra, y en realidad hay mucha gente que vive de otro modo, de susto en susto, de apuro en apuro...un poco a salto de mata. No es tan corriente lo que tengo yo. Porque,  ¿qué es una vida normal? Cuando yo era jovencita me parecía muy atractiva la vida de los grandes genios, de los bohemios y de todos esos seres fabulosos que conocía por sus obras, literarias, pictóricas, grand...

Ser otro, ser uno, ser...¿quién?

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Carnaval. Llegan días de disfrazarse y salir a la calle (en los lugares cálidos, semidesnudos; en los más elegantes, con máscaras de metales ricos adornadas con esmaltes y pedrerías; en los fríos, tapados con ropajes superpuestos, pelucas y sayones, hace unos años; y ahora, con disfraces de tres al cuarto comprados en los chinos). Se organizan desfiles, bailes, charangas, se permite criticar al gobierno, al vecino, burlarse de todo...¿hasta de uno mismo? Pero, ¿Cual es la causa de que queramos escondernos o transformarnos? Supongo que la primera razón de ocultarse es ganar una libertad que a cara descubierta no se tiene. Este no es el tema del que quiero hablar hoy, pero no puedo dejar de mencionarlo, ya que me parece fundamental si analizamos el porqué de la máscara. El delincuente se esconde para hacer sus fechorías, el amante para hacer el amor, y el que quiere cambiar su identidad sexual para verse por fin como desea, todos ellos libres de quienes los puedan perseguir: las f...

Luces y villancicos

Las Fiestas tocan a su fin. "Ya vienen los Reyes por los arenales", y yo este año aún no he hecho ningún comentario navideño. Pero no por falta de cosas que contar...he disfrutado tanto de estos días que no veía momento de ponerme al ordenador. Una de esas actividades que me han tenido ocupada ha sido hacer un recorrido en coche por el centro de la ciudad para que mis padres pudieran ver la iluminación especial de estas fechas. Es una tradición familiar. Mi padre llevaba a mi abuelo cuando éste no podía caminar. Luego, cuando nacieron mis hijos y eran bebés, yo lo hice también con ellos. Y ahora desde hace unos años lo hago con mis padres, que se han convertido en unos niños grandes a los que de vez en cuando sacamos de paseo. En otras ocasiones la visita turística ha acabado con merendola, pero la salud de mi padre ya no permite esas expansiones. Así que este año la excursión acabó pronto, sobre todo teniendo en cuenta que (será por la dichosa crisis) cada...