Defensa del papel

Ahora mismo, mientras escribo esto (en el ordenador) estoy rodeada de "cachivaches" electrónicos. Mi propio PC, otro PC, un pincho USB en el que guardo cosas importantes, mi MP3, el altavoz del MP3, la tele, (cómo no), dos mandos a distancia, la impresora, el móvil y un equipo de música un tanto desfasado. Hace tan sólo quince años esto hubiera sido impensable. Incluso hace diez. Pero estos aparatos se han ido introduciendo en nuestras vidas (no digo ya en nuestras casas) y lo vemos como algo que ya forma parte de ellas. No nos resulta extraño; es más, si nos faltara alguno de estos cacharros no sabríamos qué hacer sin ellos. Por eso muchas veces pienso: si mi vida es larga, lo que me quedará por ver. Si hace unos años los aparatos electrónicos eran grandes y simples y ahora son cada vez más pequeños y sofisticados, ¿qué manejarán mis nietos, si es que algún día los tengo? ¿Cómo escucharán música? Quizá lleven un implante dentro del propio oído. O no, a lo mejor volvemos a modas pasadas (como ha sucedido con los cascos) y reaparece el "comediscos" y el magnetofón gigante a lo rapero de los ochenta...¿Cómo se comunicarán conmigo (si es que lo hacen), quizá con impulsos cerebrales o con algún otro método sofisticado? ¿Llevarán el teléfono en la huella digital? Y a no ser que heredemos algún aparato reproductor de videos en formato cassette, o nos lo encontremos en un anticuario, ¿para qué estoy guardando en el trastero una caja llena de películas infantiles y de obras maestras del cine que ni yo ni nadie podrá disfrutar nunca más? Bueno, ni esas ni las que acumulo en DVD. A saber qué formato adopta el cine. Lo mismo lo vemos en una pantalla flexible que se guarde enrollada como el hule de la mesa en una esquina del salón...(Espero que como arte, eso sí, no desaparezca...pues bueno iría alguno que yo me sé si eso ocurre...)
El caso es que en los últimos días estoy dándole más vueltas que de costumbre a este tema, siempre presente, por una serie de circunstancias. Una de ellas es que compruebo que los formatos en los que guardamos testimonios de nuestra vida o de nuestros gustos y aficiones son efímeros y muchas veces incompatibles unos con otros, de modo que siempre existe algún inconveniente tecnológico que impide que podamos disfrutar de una película, una imagen o una canción en el modo que nos resulta más cómodo y apropiado en ese preciso momento. Es decir, que se invierte un montón de tiempo en la búsqueda del medio más oportuno, o en la conversión del que tenemos a otro "apto",  y siempre puede darse el caso de que nos falte un cable, una entrada o salida, espacio en la memoria o el ordenador casque porque la batería se ha quedado frita. Total, que lo que antes era sencillo y no nos llevaba nada de tiempo, ahora se convierte en un pequeño curso acelerado de electrónica que lo más probable es que ocupe el poco tiempo que  tenemos para el ocio, y cuando queramos tener todo preparado tendremos que marcharnos de nuevo a nuestros quehaceres.
Otra circunstancia es que acabo de escuchar en las últimas horas a una persona hablar sobre las famosas aplicaciones para móvil, y tengo que reconocer que hubo un momento en que me puse en "modo desconectado" porque no entendía absolutamente nada del lenguaje que estaba hablando. Todo eran siglas. Cuando me incorporé de nuevo a la charla conseguí darme cuenta de lo que preconizaba: la obsolescencia de todo aparato electrónico distinto al móvil. Con el móvil podremos hacer cualquier cosa, y el resto de elementos desaparecerá. Eso sí, no explicó qué pasará con los "formatos" que ahora leen esos chismes en extinción. ¿Serán compatibles con la nueva edición de teléfono que sustituya a todos ellos? Porque si no, tendremos que convertirlos, y nos pasará seguro como con las pobres cintas de VHS, que al pasarlas a DVD se ven fatal y como venidas de otro mundo (desde luego; del mundo antiguo de hace veinte años). ¿Qué será de toda la información que guardamos en los discos duros, de las tropecientas fotos tomadas con ansia pantagruélica -da igual hacer mil, ya no hace falta llevarlas a revelar- y que no están en ningún otro sitio? Nuestra vida se pierde si se estropea ese aparato. Si deja de funcionar nuestra memoria -la de verdad-, no tendremos ya otra "externa" que nos recuerde quiénes fuimos.
Pero tengo que abandonar estas disquisiciones para centrarme en el tema que me importa más. Este chico de las APPS reconoció ante el auditorio que no usaba mucho el "kindle", según él próximamente llamado al destierro por el megapráctico móvil que vendrá, porque el caso es que no leía mucho, vamos, que no leía. A ninguno de los presentes se nos ocurrió preguntarle si alguna vez leía un libro de verdad, un libro de papel. Nos habría mirado como a seres llegados en una máquina del tiempo.
Así que siguiendo con el hipotético asunto de los nietos, me los imagino entrando en mi casa como quien se introduce en las pirámides de Egipto, y comentando "fíjate los abuelos, las cosas tan curiosas que usaban...¡papel! y lapiceros, bolígrafos, rotuladores, para escribir, para leer..." (Y no me quiero meter en el mundo de la filatelia, -sí, sí, los sellos, esos pequeños trocitos de papel de colores- porque entonces tendría para todo un año de blog y además ese no es mi tema).
Aprovecho pues q pue estamos en plena Feria del Libro para defenderlo. No hay quien me quite la idea de que la gente que disfruta leyendo de verdad prefiere mil veces acariciar las páginas olorosas de un libro nuevo, recontar las que le quedan por leer, hacer ese gesto de pasar rápidamente con el pulgar el canto delantero y ver cómo se desliza por nuestra mano todo lo que ya hemos leído o nos espera más tarde. Escuchar el sonido de las páginas. Subrayar, doblar una esquina. Poniéndonos cursis, guardar una flor. O una foto o una tarjeta. Comprobar cómo se humedecen las hojas si lo leemos cerca del mar, y traernos así de vuelta a casa un poquito de brisa entre las páginas abarquilladas. Buscar el final de la historia en las últimas. Escribir la fecha en que entró en nuestra vida, o una dedicatoria. ¿Pero de verdad alguien que lea con auténtico sentido y placer puede sustituir todas estas delicias por otro aparato más...? No me lo creo. Hasta sentir el peso del libro en el regazo es agradable...no me vengáis con que el libro electrónico no pesa nada.
Por eso reivindico el papel. Defiendo el libro editado, últimamente cada vez con más primor, con ilustraciones de grandes dibujantes, con tapas duras y decoradas...joyas en nuestras manos. No pienso prescindir de mi biblioteca, aunque acumule polvo y amarillee. Precisamente por eso, quizá. Los libros siempre están ahí. Sólo necesitas extender la mano y asirlos, abrirlos y disfrutarlos. No hace falta cable, ni conversor, ni disco duro; sólo los ojos, el mejor y más sofisticado "lector" multimedia que existe. Anún a riesgo de parecer una carca y de que el día de mañana mi casa parezca un museo de antiguallas, seguiré comprando libros de papel. Siempre estarán ahí cuando los necesite.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con tu opinión. Sabes perfectamente lo que quieres decir siempre, y siempre sabes cómo expresarte para hacer que tus lectores te entiendan y se fascinen a la vez con tu léxico, más amplio que el de mucha gente que conozco.
    P.D.: si el cine llegara a desaparecer como arte, aún le quedaría a "ese que tú conoces" imitar a la autora y ponerse a escribir algo, y acabar sus proyectos para variar... :)

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  2. Sólo un pequeño apunte. Podemos interpretar la piedra Rossetta, las inscripciones babilónicas, podemos leer los libros miniados de la Edad Media, las cartas manuscritas de Carlos V y las primeras ediciones del Quijote. No sigo, sería interminable. Nadie podrá leer dentro de 500 años un libro publicado exclusivamente en formato digital, porque será ilegible, se habrá perdido para siempre porque todo lo que se publica digitalmente es imposible ir adecuándolo a formatos más modernos.
    Suscribo totalmente tu último alegato al libro de papel, no se puede expresar mejor y con tanta belleza.

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    1. ¡Cómo no va a suscribir esto una entusiasta y altruista bibliotecaria por cuyas manos pasan a diario auténticas joyas!

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