miércoles, 5 de marzo de 2025

QUÉ QUIEREN LAS MUJERES 

Como me he propuesto activar este blog, lo que es para mí una nueva ilusión en estos tiempos en que pretendo volcarme más en mis propios intereses, y no en los públicos, 😜 ando todo el rato dándole vueltas a la cabeza para encontrar temas que interesen y vengan a propósito de las fechas en las que estamos (como ya hacía en su momento).
 
Nos acercamos al día ocho de marzo. He hablado mucho en este blog de mi opinión sobre el feminismo, los sentimientos de las mujeres de mi edad o más jóvenes...Pero vuelvo sobre ello. 
Y no exactamente con la primera idea que tuve, ya que voces sensatas me aconsejan que no lo haga, por políticamente incorrecto y por si me "atacan" desde las redes. No pienso censurarme a mí misma en este blog, ya sería lo último, pero pensándolo bien voy a dejarlo por ahora ya que esta fecha no es exactamente la más adecuada. Ya lo leeréis cuando llegue el momento. 

Hoy me voy a preguntar qué quieren las mujeres. Pero no las que van a salir a la calle el próximo sábado a manifestarse con motivo del Día de la Mujer. ¿Qué reivindicación promoverán este año? Lo ignoro. Prefiero reflexionar sobre lo que quieren (queremos) las mujeres en general, las que no vamos a estar ahí detrás de una pancarta. 
Curiosamente, mientras yo le daba vueltas a este asunto, mi marido (pura telepatía) me manda un video de youtube de la Fundación Juan March, con exactamente el mismo lema. ¡Vaya, hombre, ya me han copiado! Resulta ser un comentario sobre uno de los Cuentos de Canterbury, de Chaucer. En este relato, un hombre condenado a muerte por violar a una doncella se puede salvar si averigua "lo que quieren las mujeres". Al final, una le da la solución correcta: ¡Dominar a sus esposos! 

¿De verdad...? ¿Es eso lo que quieren las mujeres...? Vaya respuesta simplista...menos mal que hay que ponerla en el contexto de la Edad Media, y quizá entonces fuera realmente eso lo que necesitaran...aunque claro, el cuento está escrito por un hombre, no por una mujer, y con una visión absolutamente sesgada y nada conocedora del mundo femenino. Pero es que si nos fijamos en lo que vienen preconizando las feministas de los últimos tiempos, podríamos decir que Chaucer estaba acertado...no exactamente, pero casi. El feminismo se ha convertido en la lucha por el poder: conseguir el poder que hasta ahora detentaban los hombres, no compartirlo. En muchos casos, anular la figura masculina. Quítate tú que me pongo yo. Vuelvo a decir: ¿De verdad las mujeres quieren eso? Porque si es así, me parece una meta egoísta, raquítica y pobre.
 
Yo, en cambio, me voy a fijar en otro personaje: la protagonista de la película "Buena suerte, Leo Grande", interpretada por la inmensa actriz Emma Thompson. Es una película poco valorada por la crítica, por lo que veo, (me importa un rábano), y además la sinopsis que aparece en internet no se aproxima para nada al auténtico argumento. (Atención que haré espoiler...)  La he visto dos veces y la podría ver otras tantas. Está llena de enseñanzas y reflexiones, y es de lo más liberadora. En mi opinión, el personaje de Nancy Stokes muestra de una manera exacta lo que nos importa de verdad a las mujeres.
Nancy Stokes ha vivido un matrimonio sin sobresaltos, con afectos y respeto pero sin pasión ni deseo sexual. Ha tenido dos hijos que le han decepcionado profundamente, cada uno por una razón distinta. Ha sido profesora y ha inculcado (o lo ha intentado) en sus alumnas unos valores morales que a ella misma le han hecho asimilar y que ahora empieza a preguntarse si realmente tenían sentido. Es una mujer viuda, madura (entre cincuenta y tantos y sesenta años), de cuyo cuerpo se avergüenza. 
Y de repente, un buen día decide contratar a un gigoló. Por el simple deseo de conocer todas esas "prácticas sexuales" de las que ha oído hablar pero nunca ha experimentado. Por el deseo de saber qué es un orgasmo. 
¿Es realmente sólo eso lo que quiere Nancy? A lo largo de la película veremos que no.  Al principio ni se atreve siquiera a desnudarse frente al guapísimo Leo. Se arrepiente mil veces de haberlo contratado, quiere dar marcha atrás, y lo que más le interesa es charlar con él. Ahí vamos: quiere que la comprendan. Quiere que la escuchen. Quiere reflexionar sobre por qué ha vivido como lo ha hecho y no de otra manera. Por qué no se ha atrevido a salirse de lo que le imponía la norma. Por qué su autoestima está basada en su figura de madre. Quiere conocer la vida de Leo para entender qué papel realmente representa "la madre" en la vida de cualquier joven. 
Al final (¡OJO ESPOILER), Nancy experimentará lo que es el buen sexo, será capaz de desinhibirse y se despedirá para siempre de Leo deseándole buena suerte. Pero lo más importante de todo, y la escena que más me impactó de la peli, es que cuando por fin se queda sola, va despojándose de su ropa ante el espejo, poco a poco, y ya desnuda del todo se mira a sí misma, a ese cuerpo desvencijado que también Emma Thompson, como cualquier mujer de su edad, tiene, y sonríe satisfecha. ¡Sí! Ha aprendido a amarse a sí misma, a amar su cuerpo, un cuerpo viejo, flojo, sin ninguna gracia...pero que le ha servido; en esta ocasión, para sentir un placer desconocido, pero siempre, durante todos los años que tiene, para estar en el mundo, para disfrutar de todo lo que le rodea, respirar, sentir dolor, utilizar sus cinco sentidos, VIVIR. Un cuerpo que Leo le ha enseñado a querer. Y una persona que Leo le ha enseñado a SER.

¿Qué queremos, pues, las mujeres? ¿Qué deberíamos reivindicar? Nuestro derecho a ser PERSONAS, a expresar nuestros deseos de todo tipo y pedir que los que nos quieren nos ayuden a alcanzarlos si solas no podemos, a vivir nuestra vida como nosotras queramos y no someternos a imposiciones de la cultura o la tradición -o del nuevo feminismo si no nos gusta o no lo compartimos-, a valorarnos por lo que somos y no porque otros nos necesiten o por lo que  esperan de nosotras, a que nos comprendan, a que nos respeten en nuestra peculiaridad, a que nos presten atención cuando lo necesitamos, a que nos den la importancia que tenemos. Y más aún: a que nos dejen querernos a nosotras mismas tal como somos, niñas, jóvenes o viejas, delgadas o gordas, con pellejos o con lorzas,  a que nos enseñen a respetar y amar nuestro cuerpo, que es ese compañero de viaje que nunca nos va a abandonar, ese instrumento del que nos vamos a valer toda la vida para conseguir lo que queremos. 

miércoles, 26 de febrero de 2025

LO AUTÉNTICO II

Retomo hoy la idea de actualizar las opiniones que hace tiempo fui desgranando en este modesto blog, que ya inicié hace días con un par de comentarios a entradas antiguas.

Y es que, efectivamente, "el paso del tiempo, la experiencia y los acontecimientos vividos pueden haber cambiado un poco (o un mucho...)" mi forma de pensar sobre las cuestiones que fueron surgiendo a lo largo de aquellos siete años. Siete años en los que escribir en esta recoleta y poco difundida página me ayudó a expresar todo lo que sentía y a crecer como persona. Luego, acontecimientos laborales y personales me tuvieron apartada del teclado; pero ahora, con algo más de tiempo e idéntica necesidad de encontrar un hueco donde ser yo misma, me lanzo de nuevo al "aire" para opinar de lo humano y lo divino. 

Hoy, casualidades de la vida, pretendo hacer un inciso sobre el comentario que publiqué hace poco en la antigua entrada de LO AUTÉNTICO. ¡Y es que a veces la actualidad nos sigue! Escucho en la radio que, en consonancia con el Código Deontológico del Consejo Internacional de Museos (ICOM), los museos españoles van a retirar  de sus salas los restos humanos, ya que "no son simples bienes culturales, sino restos de una persona fallecida que deben ser tratados con dignidad y respeto, además de tener en cuenta las creencias de las comunidades de origen a la que pertenecen". Sólo se mantendrán si son imprescindibles para impartir las enseñanzas que se reciban  de su exposición, y no se puedan sustituir por otras piezas similares.   

Como veis, parece que nuestro ínclito ministro de Cultura ha leído mi último comentario sobre la pobre momia de Tutankamon, que yace sin protección alguna en su profanada tumba, rodeada de personas a las que lo único que interesa es sacarse un selfie con el Faraón...de momento, la momia guanche del Museo Arqueológico Nacional ha dejado de ser objeto de exhibición. 

La polémica está servida. Porque efectivamente, parece sacrílego tener un cadáver a la vista de todo aquel que quiera acercarse a cualquier museo, y no darle sepultura, "cristiana", musulmana o la que toque por su cultura o creencias para que el pobre individuo descanse en paz. (Que, por otro lado, tampoco las momias son muy agradables de contemplar...) Pero, ¿qué hacemos con el Museo de la Evolución Humana, que nos muestra los hallazgos de Atapuerca? Porque aquellos seres eran ya humanos, y los mismos derechos éticos tendrían que otros posteriores y mejor (o más íntegramente) conservados. Pero entonces, ¿dónde queda el afán didáctico de representar la Historia directamente desde sus fuentes? He aquí la cuestión. ¿Son más dignos de respeto los restos de personas más cercanas a nuestros días que los de aquellos que nos precedieron hace millones de años...?

Aquí dejo la pregunta. Reflexionad y opinad, si os apetece!

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