Lo auténtico
Hace muchos años, caminaba un día cuesta arriba hacia la Laguna Negra. Acababa de dejar Covarrubias, era verano y llevaba puesto un vestidito de flores, un jersey de algodón y unas merceditas marrones, bastante machacadas porque me resultaban comódísimas para caminar y no me había calzado otra cosa desde que las compré a principio de temporada. La mañana estaba tranquila y fresca. Los pinos altísimos parecían las columnas de una inmensa antesala, se oía cantar a los pájaros y el aire era limpio y quieto. Caminando por el sendero, parecía comulgar con una religión antiquísima y solemne, participar del misterio de un rito sagrado: la vida del bosque, que me acogía silencioso y secreto. Y de repente... De repente, una horda de excursionistas nos alcanzan a mi marido y a mí, perturbando la magia del momento, embutidos en sus chándales de colores y sus deportivas de última generación, corriendo más que andando por la empinada cuesta, a ver quién llega antes, sin detener...