Violencia de género
Otra vez me tenéis por aquí, con ganas de comentar lo que pasa por nuestras vidas. Y aunque el tema del que voy a hablar está muy trillado, y de un modo u otro lo he tocado en anteriores entradas, hay muchas circunstancias y personas que me rodean que me hacen pensar a menudo en él. Y por qué no confesarlo, para mí es un tema obsesivo. Así que me pongo a ello.
Aunque yo las critique ferozmente por otros motivos, creo que las nuevas feministas tienen razón en oponerse a esa violencia que llevamos sufriendo las mujeres desde tiempo inmemorial sobre la forma de nuestro cuerpo. Como objeto de deseo, nos hemos tenido que adaptar (cada cual en la medida de sus posibilidades, mejor o peor) a ese ideal propuesto por las modas imperantes, modas creadas por los hombres y para los hombres. En algunas épocas (y en algunas culturas) se llevaban (aún se llevan) los cuerpos redondeados y exuberantes, como sinónimo de abundancia y buena vida. Pero desde que apareció en el horizonte madame Chanel, para desgracia de muchas de nosotras, hemos tenido que someter a nuestros organismos a numerosas violencias: tomar ansiosamente (y al principio sin protección química) el sol para ponerse morenas es una de ellas, que está costando hoy día a cantidad de mujeres padecer cáncer de piel. Pero la peor de todas es tener que acomodar nuestros cuerpos a un modelo de mujer perfecta que, en palabras de Bibis Samaranch, nunca está suficientemente delgada. Es la mujer que adoran los diseñadores, porque sus vestidos no se ven alterados por las curvas de quienes los llevan, simples perchas de las que cuelgan las últimas creaciones, no pensadas para favorecer a la mujer, sino como obras de arte que lucirán mucho más si lo que las rellena no desvía la mirada de aquellos que las contemplan.
Esta obsesión por la delgadez se ha visto fomentada año tras año, desde mediados del siglo pasado, por las revistas "femeninas", expositores de esos modelos a la última que número tras número nos descubren la última dieta milagro, los nuevos superalimentos, los trucos de última hora para perder tres kilos (que siempre se acumulan de tres en tres, no se por qué).Y alaban a esas "chicas bien" que están escuálidas y que llevan trajes imposibles para nadie que tenga un cuerpo normal, aún a sabiendas de los estragos y dramas, e incluso muertes, que provocan las enfermedades de trastornos alimentarios, que se ceban con las chicas más inteligentes y perfeccionistas, con aquellas que pasan de ser el mayor orgullo de sus familias a la mayor preocupación de todos los que las rodean, que sufren hasta llorar lágrimas de sangre al verlas marchitarse y consumirse sin poderlo remediar.
Y por si fuera poco esta presión estética, ahora se añade a la compulsión por la delgadez la presión médica. Todas las enfermedades están relacionadas con el exceso de peso (determinado por unas estrictas reglas matemáticas que no entienden de genética ni de estructura corporal); sobre todo el cáncer, ese monstruo terrible que nos amenaza a la vuelta de la esquina. Los medios, de nuevo, nos hacen sentir culpables, muy culpables, si no hacemos deporte, si no llevamos una "vida sana", si no suprimimos de nuestra dieta el azúcar, el alcohol, el pan blanco, la mantequilla, la bollería del desayuno, los bocadillos de la merienda, las comidas grasientas de las celebraciones familiares o festivas...y aun suprimidos todos estos elementos, si no conseguimos el objetivo de la figura "juncal" seguimos sintiéndonos culpables, porque si no llegamos a la cifra marcada por la ciencia, si no tenemos un cuerpo perfecto, seguro que es culpa nuestra, de nuestra falta de voluntad, de nuestra dejadez, de nuestra desidia, de nuestra incultura, de nuestra molicie. Nos hacen sentir basura. Gusanos.
Una vez machacado el ánimo, si a una persona obesa se le ocurre acudir a un endocrino, a un especialista, se va a encontrar con la última y más perversa de todas las violencias posibles. Como la ciencia médica no dedica dinero a investigar las causas auténticas de la obesidad o del sobrepeso y darles una solución medianamente coherente y eficaz, porque a las farmacéuticas les interesa mucho más dedicar su presupuesto a fabricar productos "de adelgazamiento" milagroso (barritas, cremas, pastillas) carísimos, la medicina ha tirado por el camino más fácil: reducir los estómagos de las personas obesas, bien introduciéndoles un balón de aire, o lo que es peor, cosiéndolo como si fuera una bolsa de tela, y a base de dobleces y costuras convertirlo en un órgano minúsculo. Sí, el estómago se convierte en una pequeña bolsita que no admite prácticamente nada de alimento, por lo que la persona que se somete a esta operación agresiva y violenta se convierte inmediatamente en anoréxica y bulímica: no puede comer apenas, y si se pasa de cantidad (o bebe más agua de la debida) vomita inmediatamente. ¿Es que estamos locos? ¿Por qué someternos a esta carnicería? Meses de recuperación, una vida condicionada, la tristeza de saber que ya no se podrá disfrutar del placer de la buena mesa...y todo en aras de la salud y de la estética. Tengo que reconocer que cuando miro a algunas de las mujeres que conozco que han padecido esta tortura siento envidia de sus nuevos cuerpos; pero cuando me cuentan lo que les ocurre, me horrorizo y me rebelo ante esta última forma de agredir a las mujeres, de agredirnos para que consigamos el objetivo de la mujer ideal, de la mujer sana, delgada y sin michelines.
Y es que cuando una ve crecer en su cintura un rollo de grasa que la rodea como si nos hubiéramos tragado una boa que se enrosca en nuestro cuerpo, atrapándolo dentro de ese aro voluminoso; cuando cada día los faldones de las blusas se alejan más uno de otro, porque existe un bulto redondo que crece y crece entre ellos; cuando aunque se sigan los consejos de la ciencia, de los medios y de los gurús modernos nuestro cuerpo va por su lado haciendo lo que le parece mejor, independientemente de lo que nuestro cerebro y nuestros actos le ordenan...seguimos sintiéndonos culpables, culpables, culpables...
¿Cuándo acabará esta tortura? Yo ya he desistido de zafarme de ella. Han sido muchos años (todos los de mi vida) de machaque continuo, que como la gota malaya acaba por atravesar la cabeza y penetrar en lo más profundo de nuestra psique. Está instalada ahí dentro y ya no va a salir por mucho que lo intentemos. Pero, ¿y las que vienen detrás? ¿Tendrán que seguir sufriendo lo mismo? ¿Someterse a violencias, distintas en cada época según lo que a la ciencia y a los entendidos se les vaya ocurriendo?
Por favor, distingamos la salud de la estética. No forcemos a las muchachas a ser ramitas quebradizas de las que cuelga la última moda. No exageremos las bondades del deporte de competición, animando a personas que no lo han practicado nunca a realizar esfuerzos que no están a su alcance. No hagamos de lo excepcional la regla.
La vida ya es bastante difícil y dura de por sí como para permitir que los demás nos la amarguen y nos pisoteen como a pobres escarabajos redondos y lentos que no consiguen convertirse en etéreas y transparentes mariposas. Es que en mariposa se convierten los gusanos, porque es su naturaleza; pero por mucho que lo intente, cualquier otro insecto no podrá hacerlo. ¿Por qué en cambio no nos dedicamos a buscar la belleza, o al menos "cierta belleza", en otros modelos? ¿Tan feo es un cuerpo abundante? ¿Es más agradable abrazar un manojo de huesos que un cuerpo carnoso?
¿Son repulsivas las mujeres de Botero...?
Magnífico artículo, me ha encantado y pienso igual que tú. P.
ResponderEliminar¡Qué maravillosas hubiéramos sido en el siglo XVII, tan bellas y admiradas! ¡Nuestras finas pieles tan blancas y nuestras carnes tan rollizas! Sin embargo nos ha tocado vivir la tiranía de los cuerpos "millenians". Y, desgraciadamente, no es sólo el peso, la tiranía abarca todos los aspectos de la mujer: tener un tipo de cabello, una forma de rostro, los hombros, brazos y piernas, todo tiene un canon, un modelo al que tienes que acercarte para no sentirte ridícula y desfasada.
ResponderEliminarQue te guste la morcilla y no el tofu es pecado, que prefieras leer a molerte en el gym, pecado. Menos mal que, como bien dices, no sé si es por la edad, por lo que hemos vivido, o porque somos de "mente abierta", algunas nos negamos a ser rebaño.