Trajes Regionales

Hace ya un montón de años, (quién lo diría), en una de las primeras entradas que publiqué en este blog, describía un paseo que, más años atrás aún, había dado por la Laguna Negra, y hacía referencia a la indumentaria que yo vestía en aquella ocasión, comparándola con la de los senderistas-deportistas que andaban por allí. Y aprovechaba para criticar la invasión del atuendo Decathlon, que tanto me molestaba.
Durante mucho tiempo me he negado a entrar en esa dinámica consumista que supone el que una empresa se aproveche del tirón del deporte (hoy en día, la panacea de la salud; quien no se mueve está muerto) para forrarse a vender, y de paso uniformarnos a todos con los mismos diseños, colores y tejidos, para que vayamos iguales y el que no lo haga se considere un bicho raro. Es decir, que el bicho raro he venido siendo yo. Y he utilizado para mi tiempo libre o mis paseos por la sierra camisetas viejas, pantalones vaqueros viejos y zapatillas cómodas en las que mis pies se sintieran agusto. Tengo que reconocer, no obstante, que en alguna ocasión he tenido que quedarme en paños menores en medio de un prado para quitarme una camiseta sudada y cambiarla por otra, lo cual tampoco es que a estas alturas me haya supuesto ningún problema. Es cuestión de llevar recambios y ya está.
Pero las circunstancias nos van llevando por caminos que no pensábamos recorrer, y poco a poco nos hacen cambiar de manera de actuar. El consejo repetitivo y machacón de todos los médicos: "sal a andar, haz algo de ejercicio", acaba haciendo mella en uno y terminamos todos los "matrimonios jóvenes" saliendo a las mismas horas y por los mismos lugares con la intención de seguir el consejo facultativo y poner algo de nuestra parte para que la forma física no se deteriore a trompicones y la salud se vaya manteniendo, mal que bien, en un estado aceptable.
Y en esta tesitura estamos, cuando surgen nuevos aderezos: esos sudores copiosos que nos hacen volver a casa como si nos hubiera caído encima un tremendo chaparrón...esos dolores de cadera que nos provocan los zapatos que antes eran "de siete leguas..."Total; que al final, caemos. Caigo, vamos. Y voy a por unas camisetas "técnicas" (no sé qué nueva técnica es esa de hacer camisetas de fibra, cuando toda la vida han existido y nunca nos gustaban porque olían fatal); y me compro deportivas de colores chillones y material extraño que sí, son cómodas para caminar, pero como llueva, se empapan; y me pongo unos pantalones "de campo" que la única diferencia que tienen con los que llevaba antes es que la cinturilla me llega por mitad de la tripa (con lo que me sale una morcilla tremenda por encima), se les quita la parte de abajo de la pernera (al final siempre los llevo largos) y (eso sí es práctico) tienen multitud de bolsillos. Y si no son esos pantalones, son otros aún peores: para andar por la ciudad se llevan pegados, en versión larga tipo malla de gimnasio, o corta de la que se va subiendo cada vez más y vuelves a casa prácticamente en bañador. Vamos, que cuando me encuentro a algún vecino en el ascensor y voy de esa guisa, me dan ganas de taparme la cabeza con las manos y decir "no estoy, no estoy" como los niños pequeños. Me da la impresión de que pierdo toda la dignidad que pueda tener cuando salgo por la mañana a trabajar si me ven luego con esa facha.  
Tanto es así, y de tal manera nos han lavado el cerebro entre los medios de comunicación, los profesionales de la salud y las tiendas de material deportivo, que de repente por las calles no se ven más que personas corriendo o caminando (no entraré en el tema de los bastones porque eso ya es el colmo) todas vestidas igual. Y yo, que siempre he sido contraria a esto, ahora (¡ver para creer!) me siento rara si me voy a dar un paseo por el parque vestida de calle...El padre de una amiga mía tiene la definición perfecta para este caso: el traje regional de nuestro pueblo es el conjunto de deporte!
Esta reflexión, que llevo ya mucho tiempo haciendo, se ha reafirmado los últimos días de vacaciones. Uno de ellos aprovechamos para hacer una ruta por el bosque. Por supuesto, pertrechados convenientemente con nuestros "trajes regionales". (Aunque yo siempre procuro salirme un poco del guión, y me pongo un pañuelo de colorines en la cabeza y llevo una mochila quizá más apropiada para ir a cualquier otra parte...) La subida es dura, por lo menos para mí, y al llegar al final voy echando el bofe, sudando y con la cara desencajada. Estoy deseando sentarme en una piedra, relajarme, secarme y ponerme mi consabida camiseta técnica para hacer el camino de vuelta en unas condiciones aceptables. Y allí están de nuevo: un grupo de horteras que van en chándal de la Selección, las mujeres criticando a alguien de la familia como si estuvieran tomando cañas en un bar, y los demás por allí dando saltos. Yo con la lengua fuera, y esta gente como si anduvieran por la Gran Vía. Y que no se marchan... En ese momento, y lo reconozco aunque esté muy feo, deseé con toda mi alma que en una de esas cabriolas se rompiesen una pierna! Bueno; al final nadie se cayó, hicimos el camino de vuelta bastante mejor de lo esperado, y aquí paz y después Gloria. Pero...
Pero a la tarde, mientras íbamos en el coche por una carreterita de esas locales que parece que no quieren que llegues a tu destino, vimos a un señor mayor, un lugareño, caminando por el arcén con unas zapatillas de fieltro, de esas de cuadros que les gusta tanto a los señores mayores (y a algunos adolescentes) ponerse en casa cuando llega el frío. Mírale. Y con sus pantalones de tergal, su chaqueta de lana y su palo de madera, dándose un buen paseo antes de cenar. ¿Le hace falta ponerse el traje regional de Decathlon? No. Sale a andar por su medio natural con su atuendo natural. Porque para él el campo, adonde nosotros hemos ido "de pega", de turismo, es el lugar en el que se mueve y se ha movido toda su vida, vestido como ha podido en cada momento, y con lo que le ha venido más a mano. Y si con sus zapatillas está cómodo, pues con ellas va. Y me acuerdo de otros mayores con los que he coincidido en otros caminos y en otros lugares, yo yendo disfrazada de deportista, y ellos vestidos de persona. Y anda, échales un galgo...cómo iban de deprisa con sus alpargatas con suela de goma...realmente, a sus ojos debía parecer algo así como una extraterrestre...desde luego, una extraña. Ajena totalmente al paisaje, al paisanaje...qué ridiculez!
Abundando en la idea, nos topamos con la fiesta mayor de un pueblo de la zona. Allí sí que todos vestían el auténtico traje regional del lugar. Le llamo la atención a los míos sobre los zapatos de los hombres: unas abarcas de piel cosidas a los lados, como si fuera una simple bolsa que se cierra sobre los pies. Ese es el calzado con el que durante siglos las personas que vivían por estos lares subían los caminos intrincados de los bosques, llevaban al ganado a los pastos, cruzaban riachuelos y bajaban corriendo las cuestas. Y no les hacía ninguna falta llevar zapatillas ergonómicas, ni pantalones cargo, ni camisetas de fibra. Y aguantaban el frío, la lluvia y las piedras del sendero. Y para ellos, era lo más normal. No se lo tomaban como una excursión de dominguero, ni como un ejercicio saludable. Era su vida y punto.
Y ese sí que es un verdadero traje regional... 


Comentarios

  1. Mira, de la mismita opinión era yo, hasta que ... me apunté a un gym franquiciado de estos de moda. Pues allí estaba yo, dispuesta a mandar al carajo al Decathlon y a las "decathlonistas", con mi camiseta de algodón con alguna propaganda y mi chándal viejo de estar por casa, todo decente claro, como se ha hecho siempre deporte: con lo más viejo que tenías. Y mira tú que quería morirme, no es que nadie me mirase raro, pero yo me sentía ... cómo explicarlo ... te lo puedes imaginar. Así que terminé por visitar, muy a mi pesar, el Decathlon.
    Este verano me admiraba como a ti, en mi pueblo, ver caminar a la gente por los campos con la ropa de salir al campo, como siempre; y al pastor con su camisa de franela remangada, de cuadros, sus pantalones de algodón y sus abarcas, como toda la vida.

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  2. Que buen rato me has hecho pasar, con lo que lo necesito...
    No puedo estar más de acuerdo contigo.
    Yo que soy fan de las menorquinas en verano, que a muchos les resulta incómodas y yo soy capaz de caminar kilómetros con ellas. Me siento identificada con el lugareño que has descrito, ja,ja.

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