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Mostrando entradas de octubre, 2014

Invasión Zombi

Llega el puente del 1 de noviembre. Todos los Santos, Difuntos, ¿Halloween? La polémica está servida. Para todos, menos para los padres que disfrazan entusiasmados a sus hijos y que enseñan sus fotos tan contentos de ver lo bien que se lo están pasando en el cole: para ellos es un día de fiesta.   Hace muchos años, en España, estas fechas eran tristísimas. Y sobrecogedoras. Pero con miedo de verdad, no con este de pacotilla que se esconde en los disfraces. Los niños pequeños (a poco que fuéramos un poco miedosos) nos asustábamos con pensar en algo tan lúgubre: la muerte, pero además concretada en nuestros antepasados, a los que se iba a visitar al cementerio, previa compra de flores, siempre las mismas (no sé si es que son propias de esta época o simplemente que por tradición se han utilizado para este fín): crisantemos, pálidos como sus destinatarios; y crestas de gallo, de un intenso rojo sangre y un tacto aterciopelado y mórbido. Y por si fuera poco, la ...

El álbum de cromos

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Cuando era pequeña, entre mi madre y mi abuela me enseñaron a hacer calceta, punto de media. Primero una estrecha y larga tira de lana roja, que se combaba por los bordes, toda del derecho. Luego la cosa se fue complicando: derecho y revés. Y menguando, aumentando, punto de arroz, ochos, y otras filigranas que venían explicadas en unos esquemas que traían las revistas de labores de la época y que yo seguía fielmente para "sacar" el punto de los jerseys más modernos. Hice montones: aún recuerdo uno en tonos teja, sin manga, de verano, con escote de pico por delante  y detrás que estrené en Cuenca; otro azul y blanco de cintas muy cortito...otro rosado que le tejí a mi cuñada, entonces una niña, y hasta un jersey de bebé que hice para una de mis sobrinas y no sé si se llegó a poner, porque salió enorme...pero el punto estaba perfecto, eh? Bueno; el caso es que me encantaba ponerme a hacer punto por la tarde, después de comer, mientras escuchaba la radio. L...

Madres nuestras que os mereceis los cielos

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Afortunadamente para los que la rodean, mi madre todavía vive. Una mujer fantástica, como tantas otras de generaciones pasadas pero que han dejado su sello en todas nosotras.   Este verano he tenido ocasión de reflexionar mucho sobre la manera en que estas mujeres manejan sus propias vidas y ayudan a los demás a vivir mejor. He podido ver cómo organizan sus casas, solucionan los problemas que surgen de improviso y atienden a toda su familia. Y siempre, con sus intereses personales en un segundo plano. Hace ya bastantes años, en la posguerra y hasta casi los años 60, las mujeres en nuestro país tenían como meta casarse. Eran muy pocas, y de unos ambientes minoritarios tanto económica como culturalmente, las que podían estudiar y labrarse una carrera dedicándose a una profesión liberal. El resto estudiaba lo básico, y cuando tenía edad suficiente trabajaba en lo que más a mano le venía para ayudar a la familia y para ir ahorrando algún...