Escuela de calor

Hace calor. Mucho calor ¿Ola de calor?
 
Estamos a 6 de julio. Son las cuatro de la tarde. El termómetro de mi salón marca 30 grados. La ventana está entornada, el toldo echado, la persiana bajada y el visillo corrido, pero aún así puedo escuchar a los pájaros que cantan afuera. El aire tórrido de la calle entra filtrado por esas capas sucesivas que han inventado hace cientos de años personas que vivían en lugares mucho más cálidos que este. La penumbra es sumamente agradable e invita a la siesta y al descanso. La sensación en la piel es de un enorme confort, de una desidia deliciosa. La sensación en la mente es que todo puede esperar; que todo es tranquilo, que nada va a suceder que rompa esta quietud laxa y amplia.
Es momento de disfrutar de lo que nos trae el verano: esa sensación de abandono que cantaba Gershwin en su Porggy and Bess (summer time and the living is easy). Un tiempo fácil, relajado, en el que todo se consiente, en el que los amantes se acercan a mezclar sus sudores porque la desnudez llama a la desnudez. Y es un tiempo corto...con el que nuestro planeta y el astro rey nos regalan cada año y que cuando queramos darnos cuenta habrá dado paso al otoño anaranjado.
Desde hace milenios los hombres se alegran y celebran este tiempo nuevo en el que el sol marca nuestras vidas: saltan hogueras, se bañan desnudos en el mar a la luz de la luna para atraer la fertilidad, cantan a la siega y a la trilla, recogen las hortalizas con sus manos para preparar platos refrescantes que alivien su trabajo, comen frutas reventantes de colorido, que con solo verlas hacen la boca agua (qué deliciosa sandía chorreando al morderla...)
Toda esta sensualidad, esta exaltación de los sentidos y de la vida, es lo que nos trae el verano. Calor también, claro está. Igual que el invierno trae el frío y la primavera y el otoño lluvias y viento. Es así desde que existe la Tierra que habitamos.
 
Pero en la tele nos alarman hablándonos de alertas amarillas y naranjas, dan avisos a la población como si se acercara un ataque nuclear. Se empeñan en hacer noticia de la normalidad, porque a ver si no es normal que en julio haya 40 grados en Sevilla y 25 en Santander. (lo raro sería lo contrario, ¿no?) Que el sol apriete a mediodía. Que por la noche se duerma destapado, o como mucho, con la barriga liada en una sábana arrugada a modo de toga romana. No sé, puedo estar equivocada, pero la imagen que tengo del verano desde que soy consciente de él es de casas desarropadas, en las que se guardan las alfombras, las mantas y los edredones, se recogen las cortinas, se limpian los suelos de madera con agua y vinagre y se ventilan los cuartos con la fresquita mañanera para enseguida ir cerrando gradualmente hasta llegar a esta semioscuridad vespertina. Una época en la que se come gazpacho, ensalada de patata, pimientos, pisto, se hace limonada para los niños y los mayores beben palomitas de anís, y en la que hay muchas señoras con exuberantes escotes dándose aire (y a veces auténticos golpes de pecho como actos de contrición) enérgicamente con un abanico.
 
Todo esto que yo escribo lo hace mucho mejor Manuel Vicent en su libro Son de Mar. Allí describe un paseo por el Montgó a la hora de la siesta, cuando más pega el sol, pero es capaz de disfrutar de todo lo que sus sentidos reciben: olores, paisaje, color...si podeis leerlo os lo recomiendo. (Además transcurre en Denia, un lugar rabiosamente mediterráneo tanto en su mar como en su campo).
 
Por todo esto me da bastante rabia que nos anuncien el canto de las chicharras como si fuera una sirena de los antiaéreos. Que no hagan más que salir personas en los telediarios diciendo que pasan mucho calor. Que los hombres y mujeres del tiempo nos adviertan de los peligros del verano. ¡anda ya! ¿No teneis más cosas que contarnos? Dejadnos vivir esta época tan especial en paz. Y sobre todo, no alimentéis la última moda: el maldito aire acondicionado.
 
Sí, reconozco que en invierno hay que poner calefacción, y en verano el airecito fresco de los centros comerciales se agradece. El "airecito". Porque cuando vas a comer o cenar a un restaurante y te ataca un chorro de aire gélido te dan ganas de marcharte a casa y comerte un tomate viudo. ¿Y el cine? Hay que llevar una chaqueta o un pañuelo para evitar congelarte...claro, que ahora casi nadie ya va al cine. ¿Y que hay de esos probadores especiales para la sección de bañadores de los grandes almacenes? Dan ganas de salir corriendo a por un anorak en vez de mirarse en el espejo tiritando con la carne blanca y de gallina y esa luz macilenta que nos hace prometernos que no iremos a la playa ni a la piscina este año.
 
Pero lo peor son las discusiones sin solución y sin fín en los trabajos. Unos se asan y otros se pelan de frío. No hay término medio. Yo reconozco que soy friolera, y prefiero mil veces sudar que tener un cuchillo helado atravesándome la riñonada. Pero tengo que soportar estoicamente vivir en la sección de yogures, como dice una compañera, porque los calurosos, aunque son menos, son mucho más pesados y ruidosos, protestan más y al final consiguen que todos vivamos en una permanente cámara de frío que mantendrá nuestros cutis tersos durante muchos más años...
 
¿Es tan difícil que comprendamos que las estaciones existen, que en invierno hace frío y en verano calor? Nos hemos convertido en una especie de robots que solo funcionan en invierno a veinticinco grados y en verano a diecinueve, cuando debería ser lo contrario: que en invierno hubiera diecinueve y en verano veinticinco. O puestos a pedir, veintitrés todo el año...eso lo tienen más fácil los canarios, desde luego. 
 
En fín; desafío a todo el que me lea a disfrutar del verano y del calor como se merecen, y dejar ya de quejarse una y otra vez de las temperaturas como si fueran un castigo divino (o humano) que ha llegado súbitamente del cielo como una de las siete plagas de Egipto.
 
Además, ¿alguien se ha parado a pensar que verano es igual a vacaciones...? Pues hala, hala, a pensar.

Comentarios

  1. A mí lo que mas me gusta del verano es disfrutar, en ese momento en el que el calor nos da una tregua, de una agradable cena en una terraza con la gente a la que mas quiero, como por ejemplo mi familia.
    Así que desde aquí reivindico un plan asi antes de que nos vayamos todos de vacaciones.
    Sigue escribiendo así siempre.
    Un beso fuerte
    Marta

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por ponerme un comentario, preciosa.
      Lo de la cena está hecho, ¿mañana, sin ir más lejos?
      Seguiré escribiendo siempre que me leais...
      Besitos.

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