Un café en el ascensor
Las personas somos animales de costumbres; y si no lo somos, nos lo hacen ser los trabajos o las obligaciones, con sus horarios fijos y sistemáticos. Así que no es nada extraño que casi todas las mañanas me encuentre en el ascensor de casa con la misma gente. Claro, todos tenemos la hora ya cogida...(yo, la verdad, soy muy anárquica hasta en eso, y siempre varío minutos arriba o abajo; desde luego, conmigo no podrían poner los relojes en hora, como hacían con Kant cuando salía a pasear...se volverían locos!) El caso es que desde hace unas semanas coincido con una mujer joven con aspecto agradable y risueño, que aunque no me dice nada más que "hola" me cae bien. El viernes pasado entramos en el ascensor mi hijo y yo, y como otras veces allí estaba ella. Pero tras el saludo de rigor, me fijé en que llevaba un vaso en la mano, con café con leche; un vaso grande de cristal, no de esos neoyorkinos tan modernos, sino el vaso de su menaje que había llenado con su café con lec...